¿ Cómo son nuestras palabras?

Por: Angélica Aguirre
Colosenses 4:
6 Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.
El apóstol Pablo nos llama a tener siempre un lenguaje limpio, lleno de Gracia y Amor, para poder construir, edificar y profundizar relaciones con quienes nos rodean. La manera como hablamos las palabras que utilizamos y la forma cómo lo decimos; influye o determina en el resultado de lo que queremos lograr al expresarnos.
Cuando nos dice que siempre con gracia, nos lleva a buscar un sinónimo de la misma y encontramos “benevolencia” ,es decir que pensemos en un efecto bueno, positivo antes de hablar. Muchas veces hablamos por hablar, y en esa conversación podemos ofender, herir o causar daño a los demás. Tengamos cuidado de las palabras ásperas y sin amor. En las Sagradas Escrituras encontramos muchas enseñanzas enfocadas en cuidar nuestra manera de expresarnos y el libro de Proverbios, es un gran manual para ello. Allí nos señala la gran verdad, de que la palabra imprudente puede causar tristezas y provocar alguna depresión a otro: (“Los labios del justo saben hablar lo que agrada; Mas la boca de los impíos habla perversidades”, Proverbios 10:32). También nos dice que una palabra de felicitación y ánimo es capaz de dar fuerza al hermano; una mentira perjudica la vida de los demás (“El testigo verdadero libra las almas; Mas el engañoso hablará mentiras”, Proverbios 14:25).
Otro aspecto que nos recalca el autor es que sean sazonadas con sal, la sal preserva los alimentos, sin ella muchas comidas se descomponen. ¿Salen palabras descompuestas, y contaminadas de nuestros labios? ¡Cuidado! Somos la sal del mundo, damos sabor a lo insípido, por tanto, nuestra conversación debe estar “sazonada con sal”. Tengamos ese cuidado para saber cómo responder a cada uno, cada persona tiene un carácter distinto, tiene su propia sensibilidad, cultura, historia, necesidad, autoridad; por ejemplo: De acuerdo al orden jerárquico de una persona, a nuestras autoridades espirituales, a una persona sana que a un enfermo, a un niño que a un adulto, necesitamos desarrollar una sensibilidad para relacionarnos con la diversidad de personas que nos rodean.
Que nuestras conversaciones sean como Dios quiere, con gracia y sazonada con sal, imitemos a nuestro Jesucristo que es el experto en este arte de la comunicación, que nuestros labios siempre agraden y honren al Señor.
Dios te bendiga